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Recuerdo junto al mar

Cuentos para un travieso morocho

La extraña desconocida

Como cada mañana, el conejo Juan salió en busca de sus amigos Luis y Lola para jugar en el bosque. Pero, al llegar al árbol dónde siempre se econtraban, vió a alguien muy extraño, junto a la puerta de su club secreto.
  Al ver a Juan, la desconocida pareció más asustada que el conejito; fue por eso, que entonces Juan preguntó suavemente:
  -¿Quién sos?
  -Me llamo Betty
  Parecía una coneja muy rara, pues sus orejas eran pequeñas y su cola muy larga, con un hermoso y abundante pelaje.
  -Nunca vi una coneja como vos. -le dijo Juan extrañado- ¿Sos nueva en el bosque? ¿de dónde venis?
  -Yo no soy coneja, soy una ardilla. Y, si, hace sólo unos días que nos mudamos a este bosque con mis padres; allí, en lo alto de ese árbol, papá hizo nuestra nueva casa.
  Juan miró hacia lo alto del árbol y se preguntó cómo harían para poder alcanzar la casa. En ese momento, llegaron Luis y Lola.
  -Ella es Betty -les contó Juan- es una ardilla.
  -Es muy rara -respondió Lola.
  -Lo mejor sera alejarnos -dijo Luis- podría ser peligrosa. Vamos a jugar a las escondidas junto a la orilla del arroyo.
  Juan saludó a Betty y se marchó con sus amigos. Haberla dejado sola en el bosque que no conocía, le dió pena y, por eso, aprovechó el tener que contar mientras sus amigos se escondían, para ir a ver cómo se encontraba Betty.
 Luego de un rato, la encontró al pie del árbol en dónde tenía su casa. Una bellota cayó del cielo; Juan, tomando coraje, se acercó y le preguntó:
  -¿Te gustan las bellotas?
  -¡Mucho! -exclamó Betty- con mis padres las juntamos para tener alimento durante el invierno.
  -Hay muchas por aquí.
  -Es por eso que nos mudamos a este bosque; los humano talaron tantos árboles dónde viviamos, que ya casi no quedan bellotas... -respondió con tristeza.
  -Yo sé dónde podés encontrar un montón, vení que te muestro. Tus papás se van a poner muy contentos.
  Olvidando a sus amigos en los escondites, Juan llevó a Betty a juntar bellotas para el invierno; también encontraron nueces y avellanas. Pronto, habían llenado dos canastos con los deliciosos frutos y Betty se sintió muy feliz, al pensar en la hermosa sorpresa que iba a darles a sus padres. Mayor aún, fue la sorpresa que se llevó Juan al ver cómo Betty trepaba por el enorme árbol, con total facilidad.
  Mientras tanto, al ver que Juan no los venía a buscar, Lola y Luis fueron a ver qué le había ocurrido a su amigo. No le habría hecho nada malo la "extraña ardilla", ¡quién sabe qué clase de animal sería!
  Pensando en un sin fin de peligros que deberían atravesar para rescatar a su indefeso amigo, encontraron a Juan charlando alegremente con Betty y juntando aún más bellotas, nueces y avellanas.
  -¡Lola, Luis! -exclamó Juan al verlos- ¡Qué bueno que regresaron! vamos a necesitar ayuda para llevar todos estos canastos hasta la casa de Betty. ¡Van a ver lo bien que trepa a los árboles! 
  -¿Para qué juntaron tantas bellotas, y nueces, y...? ¿qué son estas? -preguntó Lola, algo asustada.
  -Avellanas. Las ardillas juntan estos frutos durante el verano, para tener alimento suficiente en el invierno. Ellas invernan, como los osos y don Antonio, la tortuga de la laguna. -respondió Juan y continuó contando a sus amigos, todo lo que Betty le había enseñado sobre las ardillas.
  Después de escuchar a Juan, ya no les parecía que las ardillas fuesen tan peligrosas y extrañas. Con el correr de los días, los cuatro se volvieron amigos inseparables, y a poco de estar por llegar el invierno, Betty fue oficialmente nombrada "socia vitalicia del club secreto del bosque"
  Y, colorín colorado, este cuento, en tu corazón, recién ha comenzado...

 ALE SORIA.






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