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Hay días en que quisiera desaparecer. Ser solo espectro fugaz, deslizándome entre las presencias ausentes que me rodean, que nunca me ven…
Hay momentos en que todo se vuelve oscuridad, frío, soledad, y ya no soy, no quiero ser.
Pesadumbre de ser mujer, de ponerle siempre el pecho a una realidad que se me ríe en la cara, y que no está dispuesta a cambiar.
Hay días que quisiera desaparecer…
Pero, de pronto, la risa de mi niño enciende la mañana; y aún con el alma devastada, sonrío, respiro, comienzo a renacer. Entonces, miro al cielo, y escucho la voz de mi Dios: “De mi corazón, nada te hará desaparecer”
Que verdad tan grande. Que grande es la sonrisa de nuestros niños nos alientan con fuerza. Besos.
ResponderEliminarUna situacion que a muchos nos pasa una vida dificil.. pero un niño le da luz y alegria. Hay que seguir adelante!! Besos
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