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Hubo un tiempo en que creí que no estaba tan lejos el cielo, que el mar solo era un niño travieso, jugando al ogro gruñón.
Hubo un tiempo en que la vida era primavera y la muerte un misterio lejano, que jamás me alcanzaría. Un tiempo en que el amor se vestía de cuento, la amistad de incondicional complicidad y los sueños de mañanas soleadas.
Hubo en mí un tiempo perfecto, en que tu sonrisa iluminaba mi alma, tu palabra traía la calma y tu abrazo consumía el frío...
Hoy solo quedan hojas amarillentas de viejos cuadernos, en donde tu nombre de añejo color, duerme sereno, sin prisas, sin tiempo.
Ale Soria.
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